martes, 13 de noviembre de 2007

COMUNICACIÓN PARA LA PAZ


Los periodistas en Colombia informamos mucho y comunicamos muy poco. Así ha sido siempre. Tradicionalmente el manejo de los medios de comunicación y de la información ha sido amañada y atada a las estrategias gubernamentales. Ha sido articulada y conducida por los estamentos de poder,
En Colombia no aprendemos de la historia y por eso continuamente la repetimos, con distintos actores, eso sí. En vísperas de las elecciones presidenciales de 1998 nos vendieron la idea de que la paz estaba a la vuelta de la esquina y se montó el "show". La paz empezó a revolotear por todas las regiones y ciudades de la patria. Fue así como en el firmamento nacional brilló una luz de esperanza y la paz sólo esperaba una señal, o una firma, para aterrizar en nuestro territorio. Eran días para soñar.
Todo este ambiente de alegría y optimismo fue magnificado por los medios de comunicación y a través de ellos nos vendieron la ilusión de la paz, del futuro promisorio, de un país en convivencia. Con este esquema Andrés Pastrana fue elegido presidente.
Luego, cuatro años más tarde, cambió el panorama. Pasamos de la primavera al invierno. Para las elecciones del 2002 nos vendieron la idea de que la derrota de la guerrilla era un acto más sencillo de lo que siempre habíamos creído, que era posible un triunfo militar y que la solución al conflicto colombiano era la confrontación, las armas y la "mano dura". Bajo estos postulados se montó el "show". Hasta olvidamos la antigua tesis de que en Colombia era imposible un triunfo militar por parte de alguno de los bandos en contienda. Con esta premisa Alvaro Uribe fue elegido presidente.
El "show" aún no se detiene y creo que tendremos el mismo espectáculo, por lo menos, hasta el 2006, ¿o hasta el 2010?, ¿o hasta cuándo?. Sin embargo, hay que reconocer que por períodos de tiempo aparecen algunas señales que, aunque efímeras, nos devuelven en algo la esperanza: los mensajes entre el ELN y el Gobierno, los acercamientos, con mesa de negociación incluida en Santafé de Ralito, con los paramilitares, la desmovilización y concentración de 800 de ellos en Medellín y el anuncio de la desmovilización del Bloque Centauros y las Autodefensas del Casanare. Aún así, "el show" de la guerra, tal como fue el de la paz en el cuatrenio Pastrana, sigue vigente y a la orden del día. Lo más lamentable es que, en uno u otro sentido, la cosa no cambia y seguimos enredados en nuestras propias contradicciones, en nuestras desalentadoras miserias.
Los invito a que hagan un ejercicio a conciencia, por ejemplo, con la televisión: los noticieros en este aparato se volvieron un lugar común y usted puede dejar un tiempo de verlos pero, un mes después que vuelva a la desorientadora rutina, ¡oh sorpresa!, encuentra que no se ha perdido de nada. Son las mismas noticias con los mismos contenidos, libretos y esquemas y los mismos discursos que hablan de lo mismo. Así ocurre en los demás medios de comunicación. ¡Qué poco aportamos los medios y los periodistas a las soluciones que necesita Colombia!. Por eso la recomendación es simple: apague la televisión y lea un buen libro, verá lo mucho que aprende y las rabias que se evita.
No nos pueden seguir engañando ni se puede pretender ganar una guerra en los medios de comunicación, tal y como pretendieron hacerlo los gringos en el cine con la guerra de Vietnam. Tengo que reconocer que estoy cansado de ver por la televisión el interminable desfile de generales y militares con el mismo discurso de siempre, con calificativos rebuscados y entregando partes de guerra a diestra y siniestra. Flaco favor nos están haciendo con ese montaje y flaco favor le hacemos los periodistas y los medios de comunicación a la búsqueda de la paz en el país siendo cómplices directos de dicho "show".
COMUNICACIÓN PARA LA PAZIgualmente, tenemos que reconocer que en este mundo globalizado, lleno de contradicciones y acosado por conflictos de toda índole, los medios de comunicación cumplen un papel fundamental, para bien o para mal, y se han convertido en un elemento indispensable dentro de la estructura de la sociedad moderna.
Ahora las noticias vuelan, el mundo está interconectado en su integridad y al instante conocemos los hechos que suceden en el planeta. La comunicación tiene mucho que ver con el desarrollo integral de la humanidad. Sin embargo, no nos pueden engañar y, si pretenden hacerlo, no lo podemos permitir.
En una ponencia presentada en el II Foro Social Mundial (Porto Alegre-2003), Sally Burch dice que "una nueva dimensión de la problemática comunicacional es el discurso en torno a la sociedad de información, que se nos presenta como el nuevo paradigma de la sociedad de futuro. Este discurso asigna a la tecnología un rol causal en el ordenamiento social, y lo ubica como motor del desarrollo, con lo cual cualquier consideración de conflicto social quedaría relegada. Ya no serían las luchas sociales sino la tecnología la que cambiaría la historia".
Y no nos pueden engañar porque la historia de la invasión a Irak dista mucho de la realidad que nos vendieron los medios de comunicación y los periodistas "encamados". Y no nos pueden engañar porque la guerra en Colombia no la vamos a ganar a través de partes de guerra en los medios de comunicación, o desconociendo la confrontación con eufemismos como los del Presidente Uribe en el sentido de que aquí no existe una guerra sino un enfrentamiento entre el Estado Colombiano con grupos terroristas, o buscando los culpables en las organizaciones defensoras de derechos humanos, o con frases manidas como aquella de que "los buenos somos más".
El llamado, entonces, es para que reconozcamos nuestra realidad tal cual es, sin ambigüedades ni sofismas, porque ese principio de certeza nos ayudará a encontrar las soluciones adecuadas. Y esta reflexión también debemos hacerla los periodistas y los medios de comunicación porque, en términos generales, siento que no existe, por lo menos en la actualidad, un compromiso serio y responsable en la construcción de la paz nacional.
Lógicamente, y como en todos los avatares de la vida, existen excepciones porque, la verdad hay que decirlo, algunos medios y periodistas nos la jugamos todos los días por una propuesta de cambio en los esquemas informativos, en la utilización sesgada de los medios masivos de comunicación y en sacar de ellos la guerra para presentar otras alternativas más educativas, pedagógicas y orientadoras de la opinión pública nacional, con el fin de aportar iniciativas más pacíficas, civilistas y negociadas a la coyuntura y la guerra que azota todo el territorio nacional. Sin embargo, esta no es una constante y aún se imponen los intereses particulares sobre los colectivos. Aún no hay una voluntad expresa de los grandes monopolios de los medios de comunicación para tener una apuesta certera y firme en la búsqueda de la convivencia, la igualdad y la paz para los colombianos.
¿CORRESPONSALES DE GUERRA O DE PAZ?
Los medios de comunicación y los periodistas podemos convertirnos en constructores de paz, pero también podemos ser generadores de violencia y guerra.
En una ponencia presentada en el Congreso Internacional Medios de Comunicación y Conflictos, la directora del periódico El Colombiano, Ana Mercedes Gómez, manifestó al respecto que "no es fácil mantener la cabeza fría en momentos de caos. Sin embargo, es un imperativo que surge de la responsabilidad social de los medios de comunicación. Quizá el desenlace de la toma del Palacio de Justicia en Bogotá hubiera sido diferente si los medios se la hubieran jugado toda por la vida del ser humano, por el diálogo, porque los hombres son la razón de ser de las instituciones, los que la vivifican y les dan sentido".
Ahora bien, otro de los graves problemas que tenemos los periodistas y los medios de este país es que no estábamos preparados para informar sobre la guerra ni teníamos la experiencia, los conceptos, el conocimiento y la sabiduría suficientes para enfrentarnos a las noticias de este tipo, para analizar tanto caos y contradicción. Pero, peor aún, es que existe muy poca conciencia, sobre todo en los dueños de los medios, para, aunque tarde, emprender este camino: el de la preparación, estudio y análisis para hacerle frente a una realidad que nos absorbe, que desborda las salas de redacción y que supera las intenciones periodísticas.
Hace poco más de tres años se inició en Bogotá una experiencia desde todo punto de vista positiva en esta materia. Inquietos con lo que estaba pasando, y sigue pasando en el país, un grupo de periodistas, liderado por Gloria Moreno, crearon la Corporación Medios para la Paz, entidad que prepara, cualifica y sostiene un debate y análisis permanente sobre el papel de los medios de comunicación y los periodistas en la construcción de la paz.
A pesar del loable trabajo y de las buenas intenciones y beneficios que encierra para el país este tipo de iniciativas, ha sido muy complicado, y casi imposible, ejecutar acciones, intercambiar ideas y realizar trabajos con los jefes de redacción, los directores y los propietarios de los medios de comunicación. Este hecho, por si solo, ya deja mucho que desear.
Con esta perspectiva cabe la pregunta: ¿Los periodistas en Colombia somos corresponsales de guerra o corresponsales de paz? Al respecto, la directora del Colombiano expresa que "los periodistas somos, querámoslo o no, pensémoslo o no, corresponsales de guerra o corresponsales de paz".
Por eso, siempre que ejercemos el oficio de periodistas promovemos múltiples formas de violencia, intolerancia, exclusión y estigmatización, para mencionar algunos efectos de la guerra; o promovemos los derechos humanos, el entendimiento, la integración, la participación, es decir, los valores que llevan a la plena vigencia del bien común, de la convivencia.
Lo ideal, y en eso debemos trabajar todos, sobre todo aquellos que de una u otra manera estamos involucrados en el fascinante mundo de las comunicaciones, lo ideal, repito, es convertir a los medios de comunicación, y convertirnos los periodistas, en cómplices de la verdad y en constructores de una país mejor.
El periodista polaco Kapusinski dice que "es vocación del periodismo promover la intercomprensión del mundo porque intentando comprendernos los unos con los otros dejáremos de ser enemigos"
PERIODISMO Y ÉTICA
Otro tema inquietante en el mundo periodístico es el de la ética, concepto que también tiene que estar presente en todas las actividades de la vida y en las actitudes personales, individuales y profesionales de cada uno. Por eso debemos decirlo sin titubeos: la primera responsabilidad ética de los periodista y los medios es con las víctimas civiles de la guerra, no con los promotores o actores de ésta: Narcotraficantes, paramilitares, guerrilleros y las fuerzas armadas. ¡No más micrófonos, grabadoras y cámaras de televisión para aquellos que cambiaron la palabra por las balas, la negociación por la confrontación, la política por el campo de batalla! Los medios de comunicación tienen que dejar de ser la vía a través de la cual nos entregan partes de guerra. Los medios no pueden seguir siendo el escenario para infringir derrotas militares ni crear falsas expectativas de una realidad que nos desborda, así algunos generales digan lo contrario.
El periodista Javier Darío Restrepo dice que "la naturaleza de los medios debe apuntar hacia la construcción de la unidad y la concordia. Su instrumento, que es la palabra, tiene por fin socializar y su finalidad primaria es el servicio de toda la comunidad y no de grupos y de personas. La tarea cotidiana del trabajo de los medios es la búsqueda de la verdad de los hechos diarios, esas verdades revelan cambios de opinión, rectificaciones, fracasos, claudicaciones, hechos que demuestran que nadie es dueño de la verdad, principio este fundamental a la tolerancia".
Así las cosas, tengo que ratificar que, en términos generales, aún en el país no existe un compromiso real por parte de los medios de comunicación y de los periodistas para resaltar y hacer visibles las noticias y los hechos de paz. Están, sí, pero todavía hay más muerte y violencia que esperanza y vida en los medios masivos de comunicación.
En este mismo orden de ideas, la periodista Isabel Ovares, del Programa Cultura de Paz y Democracia de la Universidad para la Paz de las Naciones Unidas, manifiesta que "la fascinación por la difusión de la violencia, de lo trágico, de los acontecimientos delictivos y, en general, por lo negativo, dominan la prensa. Todos lo sabemos. Los periodistas partimos de la premisa de que "buenas noticias son malas noticias", convencidos de que eso es lo que le gusta al público y, en definitiva, lo que vende. La experiencia demuestra que efectivamente con malas noticias los medios logran comercializar la información. Pero, ¿por qué ocurre ello? ¿Es por qué somos una cultura de violencia y no hay posibilidad real de cambiar esta situación? Quienes dirigen el Programa de Cultura de Paz y Democracia en América Central sostienen que la tendencia predominante en el mundo es la cooperación, la cual ha hecho posible todos los avances de la humanidad. Para ellos la violencia es circunstancial y, precisamente por eso, por ser menos común, es que resulta más atractiva como noticias que la cotidianidad".
COMUNICACIÓN Y CENSURA
No estoy pidiendo que se desconozca, que cerremos los ojos o que permanezcamos indiferentes ante la realidad colombiana, que es lamentable y cruel. No podemos ser insensibles ante la guerra que nos agobia y la violencia que día a día cobra más víctimas, no, esa no es la intención, pero ni los medios ni los periodistas podemos seguir siendo los "idiotas útiles" de los actores del conflicto armado para satisfacer sus necesidades, llevar sus mensajes o ayudarles a ganar la guerra. Nosotros, por el contrario, tenemos que ayudar a construir la paz y tener el carácter suficiente para oponernos a todos aquellos que pretenden utilizarnos. Pensemos más en las víctimas y menos en los victimarios. Nuestra misión y compromiso debe ser la defensa de la vida, de la población civil y la búsqueda de la verdad por encima de cualquier consideración.
Y es que el manejo de la información en Colombia no difiere en nada a la de otros países en tiempos de guerra. Aquí también "la verdad es la primera víctima" y la distorsión y las noticias amañadas abundan. Además trabajamos muy poco el contexto y el análisis y nos dedicamos a poner los micrófonos y las grabadoras para luego replicar las mismas cosas, los mismos reportes de guerra.
El historiador y teórico militar pruso, Carl Von Clausewitz, dice que "todo es sencillo en la guerra, pero lo simple es difícil y nada es seguro. El camuflaje y el engaño son algo normal. Las noticias, en su mayoría, son inseguras y con gran frecuencia equivocadas. El contenido de la mayoría de las informaciones en tiempos de guerra es falso. El secreto constituye lo más importante. Hay que burlar al enemigo".
A este mismo respecto, el excanciller alemán Bismark expresó alguna vez que "nunca se miente más que en el tiempo que precede a una elección, durante una guerra y después de una cacería".
Por eso, para Blair y Bush aún no terminan los líos por la sarta de mentiras e intrigas que promovieron, o inventaron, para justificar la invasión a Irak. Igualmente, en buena hora el pueblo español reaccionó para cobrarle a José María Aznar su apuesta y apoyo a una aventura bélica ilegal, ilegítima y violadora de toda la normativa internacional. Esto sumado a las mentiras y a la desviación que pretendió hacer de la información luego de los atentados del 11 de marzo al Metro de Madrid. No le surtió efecto su estrategia de culpar públicamente en los medios de comunicación a ETA de un atentado terrorista que llegó del extranjero.
Clausewitz también explica que "reportar sobre la verdad de la guerra no sólo puede proporcionarle ventajas al enemigo sino que también puede debilitar la moral de la propia población y/o la moral de los soldados. La mentira y la propaganda son importantes instrumentos de la guerra".
Agrega que "si los periodistas pueden ser instrumentalizados, si pueden ser manipulados para producir propaganda, entonces son útiles; en tanto que si reportan la verdad, en la mayoría de los casos ponen en peligro el logro de los objetivos de la guerra".
Sobre el mismo tema, el investigador Michael Kunczik dice en su texto ¿Guerra y censura...algo inseparable?, que "el arte de la desinformación asume máxima importancia para sobrevivir en época de guerra. Desinformación exitosa significa que el enemigo trate la información falsa como creíble. Cualquier país en guerra tiene que inventar historias que justifiquen y ennoblezcan su causa. Estos son los relatos que deben ser divulgados, en tanto que aquellos sobre la verdad de los horrores de la guerra desde el punto de vista de los soldados, deben ser suprimidos".
El mismo autor también recuerda que durante la Primera Guerra Mundial todos los países tuvieron instituciones para producir mentiras, es decir, para manejar la prensa. El autor de los comunicados de guerra franceses, Jean de Pierrefou, fue calificado como el mentiroso más grande de todo el país. "Uno puede decir: hay mentiras normales, hay mentiras sagradas y las más grandes mentiras son los comunicados oficiales de guerra".
Kunczik remata su texto asegurando que "los periodistas son útiles en tiempos de guerra sólo en la medida en que ellos puedan ser instrumentalizados para engañar al enemigo; para fortalecer la moral de los soldados y del pueblo; para manipular la opinión pública mundial".
COMUNICACIÓN Y DDHH
A pesar de las cifras que muestra y del discurso que pregona a los cuatro vientos el Gobierno Nacional, el tema de los derechos humanos en el país sigue siendo preocupante y delicado. Y en materia de derechos humanos los medios de comunicación también contribuimos a su deterioro por desconocimiento, por omisión, por falta de análisis, por ligerezas al presentar las noticias, por ignorancia o por estar al lado del ente gubernamental.
Esta afirmación la demuestro a través de dos ejemplos claros y contundentes, relacionados con las detenciones masivas, estrategia del proyecto de Seguridad Democrática donde sistemáticamente se violan los derechos humanos.
El jueves 5 de agosto de 2004 el periódico El Mundo publicó la siguiente noticia: "después de permanecer 5 meses tras las rejas, ayer recobraron la libertad las 11 personas que habían sido capturadas en el Municipio de Peque, acusadas de rebelión y de ser enlaces de las FARC. Por decisión de la Fiscalía, que precluyó la investigación por falta de méritos, fueron dejados en libertad la gerente del hospital, varios comerciantes y ciudadanos de esa municipalidad del Occidente antioqueño.
Estas personas fueron capturadas en el marco de la "Operación Paramillo", acusadas de auxiliar a los Frentes 5 y 18 de las FARC. Contra todos ellos la Fiscalía Especializada había expedido órdenes de captura por los delitos de extorsión y rebelión".
Así como el anterior, abundan los ejemplos a lo largo y ancho del país, ampliamente conocidos. En esta materia los periodistas y los medios cometemos muchas ligerezas porque sólo nos remitimos a la información oficial y no nos preocupamos por investigar, contrastar la noticia o consultar otras fuentes, contribuyendo con nuestra actitud a la violación de los derechos de las personas detenidas.
Pero el caso realmente insólito ocurrió el viernes 28 de febrero de 2003, cuando fueron detenidas 24 personas en el Municipio de Bello, acusadas de pertenecer a la banda "La Mina" o "Los Colchoneros", en operativos realizados por la Policía Metropolitana, el DAS y la Fiscalía, a través de la denominada Operación "Felino". A simple vista parece una noticia normal, aunque por el número de detenidos tiene una connotación especial.
Fue absolutamente degradante la forma como los organismos de seguridad presentaron públicamente a estas personas: en pleno parque de Bello y ante toda la comunidad. Hecho lamentable, por demás, porque mediante esta acción se les violaron los más mínimos derechos fundamentales y las entidades del Estado no están para violar los derechos de las personas, sino para garantizarlos. La dignidad humana no puede ser utilizada para montar un "show" y mostrar resultados.
En declaraciones a los medios de comunicación sobre la Operación "Felino", el entonces Comandante de la Policía Metropolitana, general Leonardo Gallego, dijo que "la investigación comenzó hace unos 7 meses...". Esto es, se realizaron labores de inteligencia durante este tiempo para llevarla a cabo.
"Según el oficial, los 24 capturados son investigados por homicidios selectivos, extorsión, desplazamiento forzado, cobro de vacunas, hurto a vehículos repartidores de mercancías y distribución de estupefacientes".Sin embargo, 43 días después fue dejado en libertad, por falta de pruebas, el líder comunitario del barrio Fontidueño de Bello, Nelson de Jesús Arango Rúa, exhibido como un "delincuente" y acusado de "ser uno de los jefes" de la banda "La Mina",
Arango Rúa es reconocido como una persona con alto grado de compromiso con su comunidad y ha liderado y conseguido varios proyectos para su barrio. También promovió, hace algunos años, pactos de convivencia y no agresión entre bandas que operaban en Fontidueño, con los que se disminuyeron los enfrentamientos y las muertes en este sector del municipio.
Luego de su liberación expresó que "yo me quería ir del barrio donde he vivido 40 años, pero el recibimiento que me hizo la gente me convenció de que me tenía que quedar para seguir luchando por mi comunidad y por las personas que tanto me quieren".
Ahora bien, se dice que uno "peca por acción o por omisión" y los periodistas y los medios de comunicación nos estamos convirtiendo en "cómplices" de la violación de los derechos humanos. Con el deplorable espectáculo en Bello ningún medio de comunicación ni ningún periodista se tomó la molestia de analizar el hecho y darle un enfoque diferente al de la simple presentación de una noticia.
Ni la prensa, ni la radio, ni la televisión mencionaron o hicieron alusión a aquellos aspectos que defienden los derechos, la dignidad de las personas y el debido proceso, como por ejemplo los acuerdos sobre DD.HH, la Constitución o el Código Penal Colombiano. Sólo se limitaron a ser caja de resonancia de los informes oficiales, como desgraciadamente viene sucediendo desde hace ya bastante tiempo.
Mejor dicho, en Colombia no nos diferenciamos en nada del lamentable fenómeno que se presentó con los medios de comunicación en la invasión norteamericana e inglesa a Irak. Allí los medios estuvieron maniatados y "entregados", "encamados" como los llamaron en aquel entonces, a las fuentes oficiales sin ningún tipo de análisis y de libertad de acción.
Debo anotar que todo aquel que haya delinquido tendrá que pagar por sus delitos, pero no es en una plaza pública y ante cientos de personas como se les debe juzgar. Existen canales y procesos previamente establecidos que las autoridades deben respetar. Acaso no son los mismos militares y miembros de la policía los que exigen, cuando uno de sus mandos es capturado, "que no se den los espectáculos que se montan para su captura" o piden que "sean los Jueces de la República los que determinen sí son culpables o no". Pues bien, ese mismo derecho tienen los "supuestos delincuentes" capturados en Bello, o en cualquier otro rincón de Medellín o del país. A ellos también los debe juzgar la autoridad competente y se les debe respetar el debido proceso y la presunción de inocencia. Esa es la ley.
En este tipo de hechos los periodista y los medios de comunicación tenemos que revisar nuestras actuaciones para no seguir siendo "cómplices" de la violación de los DD.HH.
Por eso, Nelson de Jesús Arango Rúa dijo, y con toda razón, "lastima que el día de mi regreso al barrio no hayan estado los medios de comunicación, esos mismos que se hicieron presentes cuando nos exhibieron en el parque de Bello".
Pero estos dos ejemplos tienen su historia: desde hace mucho tiempo hizo carrera entre los medios de comunicación y los periodistas la expresión "síndrome de la chiva", con la que significamos o magnificamos una noticia extraordinaria, que es novedosa o que determinado medio la entrega primero, antes que los demás.
SÍNDROME DEL POSITIVO
Así las cosas, en los últimos tiempos escuchamos la frase "síndrome del positivo" con la que se hace un paralelo del "síndrome de la chiva" y con la que se quiere significar que los organismos de seguridad del estado, en su afán por mostrar la efectividad de su trabajo, magnifican los resultados y recurren a diferentes estrategias para presentarlos ante la opinión pública, aún por encima de cualquier consideración de tipo ético o violatorio de los derechos humanos, como en el caso del Municipio de Bello y de muchos otros de los cuales hemos tenido conocimiento.
Y esto del "Síndrome del Positivo" que, reiteramos, se traduce en el afán por mostrar resultados por parte de la Policía, el Ejército y demás, tiene su razón de ser y su explicación clara en una directriz del Ministerio de Defensa.
La noticia fue publicada por el Periódico El Colombiano el 19 de febrero de 2003: "El Ministerio de Defensa anunció que evaluará mensualmente a los comandantes militares con base en el número de capturas, la neutralización de acciones hostiles y las deserciones de grupos armados, que ocurran en sus jurisdicciones.
Cada uno de ellos debe tener una cuota propia de resultados en materia de capturas, en materia de desmovilizaciones y en materia de acciones tendientes a entrar a la retaguardia de las bases de los grupos terroristas, declaró en su momento la entonces ministra de defensa, Marta Lucía Ramírez.
La funcionaria precisó que cada comandante tiene que fijar sus propias metas en materia de resultados. La política busca establecer una base cuantitativa para medir los progresos de la estrategia de seguridad democrática del gobierno de Alvaro Uribe".Comparto el concepto de que las Fuerzas de Seguridad del Estado son las llamadas, como lo reza la Constitución, a garantizar la vida, honra y bienes de los ciudadanos, y son ellas, y sólo ellas, las que deben ejercer la autoridad a todo lo largo y ancho del país, pero no comparto la estrategia del Ministerio de la Defensa porque se puede presentar, como evidentemente está sucediendo, para que se cometan excesos y violaciones a los derechos fundamentales de las personas.
Sobre las "pescas milagrosas" de los organismos del Estado y la forma como se presentan los resultados a la opinión pública, a través de los medios de comunicación, existen pronunciamientos de la Corte Constitucional que no son acatados.
En Sentencia T-525 de 1992, la Corte Constitucional se pronunció para proteger el derecho al buen nombre de Darío Antonio Mejía, por una información publicada en El Espectador bajo el título "Las Guerras de la Guerrilla", donde se afirmó que esta persona era uno de los cerebros de la agrupación subversiva disidente del EPL. La Información fue entregada por la Dirección de Inteligencia del Ejército.
Dice la Corte que "Se violó el derecho al buen nombre por parte de la Dirección de Inteligencia del Ejército al no hacer claridad sobre el carácter de la información contenida en el documento enviado a El Espectador, en el sentido de que se trataba de una versión entregada por "un informante" de la cual no se deriva certeza. Dicha información fue publicada el día 27 de enero de 1992 bajo el titular " Las guerras de la guerrilla ", en donde se afirma que Darío Antonio Mejía, con el alias de Iván Morales, era uno de los cerebros de la agrupación subversiva disidente del EPL".
En su sentencia, continúa diciendo la Corte que "una de las manifestaciones más dramáticas de la falta de criterio profesional y constitucional y legal en el funcionamiento de la inteligencia militar, se presenta en el manejo de la información que reciben, procesan y entregan a la opinión estos organismos. Los procedimientos empleados en la búsqueda son, a veces, poco confiables. El caso del ex guerrillero Darío Antonio Mejía que ocupa a esta Corte, es un buen ejemplo de ello: la información no era verídica y completa, no obstante lo cual se hizo circular, violando con ello derechos del peticionario. Pero la gravedad de estos hechos no se limita al ámbito de la eficiencia militar. La presentación asertiva de la información recogida por los organismos de inteligencia y la forma descuidada como ella se distribuye a los medios de comunicación, ponen en peligro los derechos fundamentales de las personas".
Agrega la sentencia de la Corte que "la presunción de inocencia es un derecho fundamental consagrado en el inciso cuarto del artículo 29 y en el artículo 248 de la Constitución Nacional. En consecuencia, toda información relativa a personas no sancionadas judicialmente debe adoptar formas lingüísticas condicionales o dubitativas, que denoten la falta de seguridad sobre la culpabilidad".
Igualmente, la Corte se había pronunciado al respecto en la sentencia T- 444 de julio 7 de 1992, con ponencia el magistrado Alejandro Martínez Caballero, en la cual se dijo: "la labor que realicen los organismos encargados de llevar a cabo la investigación, no debe hacerse pública antes de la etapa de juzgamiento (...) por más importante que resulte el hallazgo hecho y mucho menos en "ruedas de prensa" realizadas a fin de explicar a la opinión pública el método utilizado, o los resultados obtenidos por los presuntos infractores de la ley penal, pues este comportamiento viola el derecho al buen nombre, entorpece el desarrollo de la futura investigación penal y es un mecanismo de presión de un fallo anticipado. Por consiguiente, los informes destinados a los medios de comunicación provenientes de los organismos de seguridad del Estado deben ser excepcionales y responder siempre a propósitos de seguridad bien precisos. Su divulgación no debe afectar los derechos fundamentales de las personas. Los datos de que dispone los organismos de inteligencia no pueden ser divulgados con criterios de mera información periodística".
Ahora bien, no olvidemos que, según el Artículo Primero de la Constitución "Colombia es una República fundada, entre otros valores, en el respeto a la dignidad humana", y que "un Estado Social de Derecho ha de fundamentarse en el respeto por la dignidad del ser humano y ha de garantizar el derecho a la libertad". Así mismo, el Artículo 29 reza que "toda persona se presume inocente mientras no se la haya declarado judicialmente culpable".
De la misma forma el Código Penal, en su artículo primero, consagra la dignidad humana y la desarrolla estipulando que "el Derecho Penal tendrá como fundamento el respeto a la dignidad humana". Mientras que el artículo primero, Normas Rectoras del Código de Procedimiento Penal, indica que "todos los intervinientes en el proceso penal serán tratados con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano".
Como quien dice: con las "pescas milagrosas" de los organismos del Estado y la forma como se adelantan estos operativos no sólo se ignoran las sentencias de la Corte Constitucional, sino que se viola la Constitución Colombiana, el Código Penal y el de Procedimiento Penal. Pero lo más grave es que con nuestra actitud, los periodistas y los medios de comunicación somos cómplices de estos desafueros.
UN HORIZONTE MÁS AMPLIO
Muchos correctivos tendremos que aplicar para cambiar el actual estado de cosas en el país, para que la guerra no sea la noticia con la que se abren los noticieros y las páginas de los periódicos. Además, porque la comunicación no es sólo la que se ventila a través de los medios masivos. Por el contrario, la comunicación tiene una especial relevancia en todos los escenarios de la vida. Hay comunicación en el hogar, en la calle, en el trabajo, en la escuela. Siempre nos estamos comunicando y es por eso que una buena comunicación garantiza el éxito de cualquier gestión.
Rosa María Alfaro, en el texto "Una Comunicación para otro Desarrollo", define la comunicación como la acción que permite la interrelación con el otro. La comunicación no sólo estaría limitada a la acción de los medios, sino también a la relación entre los diversos sujetos sociales, que pueden o no poner sus ideas en común, que pueden o no interlocutar las apreciaciones y puntos de vista del otro, que buscan y encuentran maneras o no de expresión en espacios y con sujetos que escuchen sus propuestas.
Así mismo, Alfred Mcallister dice en su texto "Comunicaciones y Cambio en el Comportamiento", que "el papel de la comunicación no se limita - como pensaba un analista urbano - a hacer afiches, spots radiales y televisivos de refuerzo, luego de acordar un plan de desarrollo urbano con la participación de las organizaciones vecinales, los técnicos y los ciudadanos en general. El proceso de búsqueda de soluciones consensuales, intercambiando puntos de vista y experiencias, forjando confianzas y relaciones, posibilitando el conocimiento mutuo y autovaloraciones, áquel, es un proceso eminentemente comunicativo. La comunicación no es pues un aditivo final en la construcción de identidades, en las experiencias educativas, en el desarrollo político; sino que más bien los posibilita".
Otros analistas refuerzan la idea en el texto titulado Comunicación como Promotora de Convivencia, dicen: "la comunicación es la que permite realmente la interrelación social de los diversos sujetos, por lo tanto, es la que describe finalmente los modos de convivir en una sociedad particular. Así, podríamos estar hablando en la ciudad, y en el país en general, de serios problemas de comunicación que finalmente desembocan en soluciones violentas de los conflictos y en la negación y descalificación del otro. Esto sucede cuando la comunicación está fracturada, no es inclusiva sino excluyente, cuando los canales y medios para expresarse no existen o son negados, cuando los medios de comunicación social que van desde la palabra interpersonal hasta los masivos, pasando por los populares y simbólicos, no proponen la diversidad y la diferencia como punto de partida para negociar en los conflictos y sobre todo cuando la interlocución para ventilar problemáticas y asuntos de sujetos particulares en la gran sociedad no encuentra espacios".

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